domingo, 17 de febrero de 2013

EL APOCALIPSIS Y LA MISA



Queridos amigos:

Hoy os propongo algo nuevo. Es la primera vez que lo hago, por eso os pido perdón con antelación por las torpezas que he podido, que he tenido, en ese resumen de un libro que me encantó:

LA CENA DEL CORDERO, la Misa, el cielo en la tierra.

DE SCOTT HAHN

Ediciones Patmos

Hasta ahora no había podido pasar de la cuarta página del Apocalipsis, abrumada por su complejidad. Pero a medida que me adentraba en ese libro, se me abrían los ojos.

Scott Hahn no estudia más que la relación entre el Apocalipsis y la Misa, dejando el lado profético del libro. Pero, milagro, incluso en esto, me siento menos perdida que antes.

Seguro que varios de vosotros habéis tenido la misma dificultad que yo, y a lo mejor,  este torpe resumen os pueda ayudar a resolverla.

Me gustaría que hagan comentarios sobre el asunto para saber si  este trabajo así vale la pena.

Con la ayuda de mi hijo, sin el cual no podría sostener este blog, le vamos a crear un enlace en formato World para que os sea más fácil imprimir este   trabajo.
           ---->    El Apocalisis y la Misa  <----
Aprovecho ese correo para deciros que el blog no tiene fronteras. Alcanza prácticamente  toda Europa, incluido muchas lecturas en Rusia, toda América del Sur. Y bastante  en toda America del Norte Incluso esporádicamente Israel , Indonesia, Bielorrusia, etc.

Gracias por vuestra presencia, un abrazo a todos.

CHANTAL

El Apocalipsis  y  la  Misa.


Para entender los juicios del Apocalipsis necesitamos entender lo que son la Alianza y Sion.

LA ALIANZA.

La relación de Dios con Israel estaba definida por una Alianza.

Una alianza es un lazo sagrado de familia. Dios – por su alianza con Adán, Noé, Abrahán, Moisés, David y Jesús – extendió gradualmente esa relación de familia a más y más gente. Con cada alianza venía una ley, expresión de sabiduría y amor paternos. Esa ley de Dios nos hace capaces de amar como Él se ama. En el antiguo Israel, el rey era comandante jefe del ejército, juez supremo de justicia y también sumo sacerdote... Como Rey divino, Jesús cumplió todas estas funciones por excelencia. Por eso, cuando Juan ve el cielo, entra simultáneamente en el Templo, la sala del trono, el campo de batalla y el tribunal de justicia. En la sala de justicia de esta Alianza, encontramos testigos: “y el Ángel levantó la mano derecha hacia el cielo y juró por el que vive eternamente (Apoc 10, 5-6). Dos de esos testigos son Moisés que representa toda la Ley, y Elías representa a los profetas (11,3). Su presencia atestigua que el pueblo de Israel conoce las obligaciones de su Alianza con Dios, luego las consecuencias de su infidelidad.

 Y más tarde, Jesús describió su relación con la Iglesia en los mismos términos. En la última Cena, bendijo el Cáliz de la NUEVA Alianza en su sangre. (Mt 26, 28; Mc 14, 24; Lc 22,20; I Cor 11,25).

El libro de la Apocalipsis pone de relieve que este Nueva Alianza es el más estrecho e íntimo de los círculos familiares. La visión de Juan concluye con la cena nupcial del Cordero y de su Esposa, la Iglesia. Por el bautismo, llevamos la marca de la tribu de Dios, de su Nueva Alianza. Luego nos dirigimos a Dios mismo como nuestro verdadero Hermano, nuestro Padre, nuestro Esposo.                            

La Pascua, la Eucaristía y la liturgia del cielo son espadas de doble filo: mientras los cálices de la Alianza dan la vida a los fieles, implican la muerte segura para los que rechazan la Alianza. En la nueva Alianza como en la Antigua, Dios da al hombre la elección entre la vida y la muerte, bendición o maldición (Cf., Dt·19). Elegir la Alianza es elegir la vida eterna en la familia de Dios. Rechazar la Nueva Alianza en la Sangre de Cristo es elegir la propia muerte. Jerusalén hizo esa elección en la Pascua del año 30. Al tiempo de esa Pascua, Jesús predijo el fin del mundo en términos terribles y dijo “verdaderamente, esta generación no pasará hasta que estas cosas tengan lugar” (MT 24, 34).para los antiguos, una generación eran 40 años: 30 + 40 = 70: la caída de Jerusalén


SIÓN.

¿Y cual es el papel de Sión? 

EL Apocalipsis muestra que Cristo Rey tiene su trono en el cielo. ¿Pero donde encontrar el cielo? No demasiado lejos de la antigua Jerusalén. Pablo dice a los Hebreos: habéis venido al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celeste, a la reunión solemne a la miríada de ángeles y asamblea de los primogénitos inscritos en los cielos (Heb 12, 22-24)

He puesto mi reino en Sión, mi monte santo. (Salmo 2).

Porque el Señor ha escogido a Sión; la ha deseado para establecer su morada: este es  el lugar de mi descanso para siempre, aquí habitaré. (Salmo 132)

Sión fue también el lugar en el que Jesús instituyó la Eucaristía, y en el que descendió el Espíritu Santo. La Última Cena y la Pentecostés fueron los dos acontecimientos que sellaron la Nueva Alianza. El monte Sión es la Jerusalén celestial porque los acontecimientos que tuvieron lugar allí son los que provocaron la unión definitiva de cielo y tierra. Ese sitio sobrevivió a la destrucción de Jerusalén. Es donde se reunían los primeros creyentes para partir el pan y para rezar. Sión se convirtió en el símbolo vivo de la Nueva Alianza y esa es la razón de que fuera incluida en el libro del Apocalipsis. Entonces miré y he aquí que sobre el monte Sión estaba de pie el Cordero, y con Él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían escrito en la frente el nombre de Él y el de su Padre (Apoc 14,1).

Aunque  estemos a miles de kilómetros de aquella pequeña colina de Israel, estamos con Jesús en la estancia de arriba, y estamos con Jesús en el cielo, cada vez que vamos a Misa.

INTRODUCCIÓN AL APOCALIPSIS.          

Dijo el poeta T.S. Eliot: “El género humano no puede soportar mucha realidad” No necesitamos mirar lejos para probar este aserto. La gente huye de la vida real, retirándose cada uno a su distracción particular. Las vías de escape van desde la droga y el alcohol hasta la novela rosa y los juegos de realidad virtual, o la dedicación al cuerpo.

¿Qué pasa con la realidad para que se encuentre tan insoportable? Es la enormidad del mal, su presunta omnipresencia y poderío, y nuestra aparente incapacidad para escapar de él, incluso para no cometerlo. Parece que el infierno está por todas partes – en una burda imitación de la omnipresencia divina – amenazando con consumirnos, con sofocarnos.

Ésta es la realidad que no podemos soportar. Pero es también la cruda y terrible realidad que dibujó San Juan sin arredrarse, en el Apocalipsis. Las bestias de Juan surgen monstruosas y abren sus fauces contra las presas más inocentes y vulnerables: una mujer encinta, un niño. Desprecian la naturaleza y la gracia, la Iglesia y el estado. Se fortalecen con la inmoralidad de la gente a la que seducen, se emborrachan con el vino de la fornicación, la avaricia, las ideologías y el abuso de poder contra sus victimas.

La Apocalipsis es un desvelamiento, ese es el significado literal de la palabra griega: Apokalypsis. El libro es una visión que refleja y revela una norma. Con la destrucción de Jerusalén, la Iglesia estaba dejando un hermoso templo, una ciudad, santa. Y los cristianos estaban abrazando una Nueva Alianza, que en cierta manera concluía la antigua, pero que también la incluía. ¿Qué debían llevar consigo del antiguo culto al nuevo? El Apocalipsis les da una guía.

El Apocalipsis, el último libro de la Biblia parece realmente extraño: lleno de guerras terroríficas y fuegos devoradores, ríos de sangre y calles pavimentadas de oro. Tan solo tenemos un ejemplo conocido: las plagas de langostas. Juan anota que “de la humareda saltaron langostas… como caballos dispuestos para el combate: sobre las cabezas tenían una especie de coronas que parecían de oro y sus rostros eran como rostros humanos… (Apoc 9,3. 7-10)


¿Quienes son estos personajes que pueblan los escenarios terrestres y celestes de Juan?l

EL CORDERO

El cordero no ocupa un puesto muy alto en la lista de los animales más admirados, como podrían ser el león, o el tigre.  En la Apocalipsis el Cordero domina, apareciendo no menos de veintiocho veces. Es Él que dirige un ejército de cientos de miles de hombres y ángeles, metiendo miedo en los corazones de los malvados (Apoc 6, 15-16). El Cordero es central tanto para la Apocalipsis como para la Misa.

El Cordero de la Apocalipsis es el que gobierna (1,5); es un Hijo de hombre en pie entre la Menorah, revestido como Sumo Sacerdote (1,13); es el primero y el último (1,17); el único santo (3,7); Señor de los Señores y Rey de los Reyes (17,14).  Pero sobre todo, Jesús es el Cordero.  Y está en pie como si hubiera sido sacrificado. Como el cordero pascual.

¿De donde viene la figura del Cordero?

Para el antiguo Israel, el cordero se identifica con EL SACRIFICIO. El sacrificio es una de las formas primordiales de culto. Tenemos ya a Caín y Abel, Noé, Jacob, etc. Además de quemar víctimas en particular corderos, derramaban “libaciones” u ofrendas de vino.

Melquisedec aparece como el primer sacerdote mencionado en la Biblia. Melquisedec es sacerdote y rey, igual que más tarde Jesús. Los dos en Jeru-salem = Ciudad de la Paz. Y el sacrificio de Melquisedec no implica animales. Ofreció pan y vino como haría Jesús en la Última Cena.

En Egipto, Moisés pide al Faraón el derecho de los israelitas a ofrecer sacrificios a Dios. ¿Qué significa el sacrificio?

-          El reconocimiento de la soberanía de Dios sobre la creación. Así el sacrificio era una alabanza a Dios de quien proviene toda bendición.

-          Era un acto de agradecimiento. Solo podemos devolver lo que hemos recibido.

-          El sacrificio servía para sellar un acuerdo o juramento, una alianza ante Dios.

-          También podía ser un acto de renuncia y pesar por los pecados.


UNA MUJER VESTIDA DE SOL.


La visión de Juan de una mujer vestida de sol encierra la esencia del libro del Apocalipsis. (Cap 12). Comienza con la apertura del Templo de Dios en el cielo y fue vista dentro del Templo  el Arca de su Alianza (11,19).  Esto choca con la tradición judía. Nadie jamás había visto el Arca de la Alianza durante cinco siglos. En tiempos de la cautividad de Babilonia, el profeta Jeremías la había escondido en un lugar que será desconocido hasta que Dios reúna a su Pueblo de nuevo (2 Mac 2, 7). Esta promesa se cumple en la visión de Juan. Apareció el Templo y se produjeron relámpagos, fragor de truenos, un terremoto y un fuerte granizo. Y un gran portento apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas: estaba encinta. (12,1-2).

Creo (con los Padres de la Iglesia) que cuando Juan describe a la mujer, está describiendo el Arca… de la Nueva Alianza. ¿Y quien es la mujer? Es la que da a luz al niño que gobernará las naciones. El niño es Jesús; su madre es María.

El Arca antigua contenía la palabra de Dios escrita en piedra; María llevaba en su seno la Palabra de Dios que se hizo hombre y habitó entre nosotros. El Arca contenía maná; María tenía en su interior el pan de vida bajado del cielo. El Arca contenía la vara del sumo sacerdote; el seno de María tenía el Sumo y eterno Sacerdote, Jesucristo. En el Templo del cielo, la Palabra de Dios es Jesús, y el Arca en la que reside es María, su Madre.

Pero “la mujer” tiene otros significados. Es la “hija de Sión” que dio a luz al Mesías de Israel. Es también la Iglesia, asediada por Satanás, pero preservada a salvo.

La Apocalipsis presenta también a María como la “nueva Eva”, madre de todos los vivientes. Eva y María, las dos únicas mujeres nacidas sin pecado original. En el jardín del Edén, Dios prometió poner enemistad entre Satanás y Eva; y entre la semilla de Satanás y la semilla de ella (gen 3 15). La semilla de la nueva mujer, María, es su hijo, Jesucristo, que viene a derrotar a la serpiente (en hebreo la misma palabra nahash puede aplicarse tanto al dragón como a la serpiente.


LA PRIMERA BESTIA.

Al fracasar en sus asaltos contra la mujer y su hijo, el dragón se revuelve para atacar a su descendencia. El dragón convoca a su propia simiente, dos terribles bestias. (Por extraño que parezca, entre tantas imágenes del Apocalipsis optimista y maravillosa, estos espantosos monstruos son los que parecen suscitar mayor interés a los estudiosos).  Es urgente hacer hincapié en la realidad de las bestias. Son símbolos, pero no solo símbolos. Son seres reales, espirituales, miembros de la “infrarquía” satánica, personas diabólicas que han controlado y corrompido el destino político de las naciones y de la Iglesia

Especialmente en los capítulos 4 y 5, S. Juan describe las realidades que hay detrás de la  Misa. Ahora, hace lo mismo con el pecado y con el mal. Así como nuestras acciones en la liturgia están unidas a cosas invisibles, celestiales, así  nuestras acciones pecaminosas están vinculadas a la maldad infernal. ¿Qué quiere llevar a cabo Satanás a través de las bestias? Quiere subvertir el plan de Dios, corrompiendo el reino y el sacerdocio. En primer lugar, corrompe la autoridad gubernamental, el estado. A continuación, revela al demonio la autoridad religiosa corrompida de su tiempo.

Los cuernos simbolizan el poder; las diademas, o coronas, el reino. Poder y reino los recibe del dragón. La bestia de siete cabezas significa todo poder político corrompido... Por miedo a ese poder – o por deseo de obtener algo de él – la gente transige y adora al dragón y a la bestia. La bestia se refiere a cualquier gobierno corrupto que se pone por encima del orden de la alianza divina. Es la fuerza espiritual corruptora que hay detrás de estas instituciones.


LA  SEGUNDA  BESTIA.

¿Cuál es la marca de la bestia? Juan nos dice que es el nombre de la bestia o el número de su nombre. ¿A qué se refiere? Juan contesta: el que tenga inteligencia que calcule el número de la bestia, pues es número de hombre. Su número es seiscientos sesenta y seis. (13,18)  ¿Fue Salomón? ¿Fue Nerón?

Esta bestia viene de la tierra y tiene cuernos como el cordero. Parece que esta bestia está puesta para aludir al sacerdocio corrompido de la Jerusalén del siglo I.  Probablemente, S. Juan estaba dando testimonio del último compromiso al que había llegado la autoridad sacerdotal unos años antes: la autoridad religiosa se había aliado con la corrupta autoridad gubernamental en vez de con Dios. Jesús, el Cordero estuvo en presencia de los sacerdotes y de Poncio Pilato;  y los sacerdotes gritaron        CRUCIFICALE. NO TENEMOS MAS REY QUE EL CESAR. Rechazaron al Cordero y adoraron la bestia que quería que se adorase al Cesar. Y en la Apocalipsis los que adoran al Cordero reciben su señal en la frente (7,2-4), los que adoran a la bestia llevan la marca de la bestia.

De toda forma, este es el mensaje: estamos luchando contra fuerzas espirituales. Fuerzas inmensas, depravadas, malévolas. Si tuviéramos que luchar solos contra ellas, seríamos aplastados totalmente. Pero hay una manera de tener esperanza: fuerza espiritual, inmensa belleza por inmensa fealdad, santidad por depravación, amor por malevolencia. La solución es la Misa en la que el cielo baja para salvar a una tierra asediada.


LOS  ÁNGELES. 

En la batalla, no luchamos solos. En el capítulo 12, leemos que Miguel y sus ángeles luchan contra el dragón (12, 7). A lo largo del Apocalipsis vemos que el cielo está densamente poblado de ángeles. Adoran a Dios sin cesar. Cuidan de nosotros. Los capítulos 2 y 3 ponen de relieve que cada iglesia particular tiene un ángel custodio.

Israel rezaba a imitación de los ángeles (19, 10). En adelante ya no habrá un arquetipo celestial y una imitación terrena. El Apocalipsis revela ahora un único culto, compartido por hombres y ángeles.

Los ángeles no tienen cuerpo, pero sus atributos físicos simbolizan algún aspecto de su misión: las alas son la rapidez para moverse entre el cielo y la tierra. Los muchos ojos significan su conocimiento y su vigilancia. Son seres con los que podemos contar cuando el dragón amenace nuestra paz. También controlan los elementos, el viento, el mar para llevar la voluntad de Dios. En el cap. 7-9 dejan claro que son guerreros poderosos que luchan constantemente del lado de Dios: que es nuestro lado, si somos fieles.


MÁRTIRES,  VIRGENES,  GENTES VARIAS.

La mayoría de los personajes son gentes de lo más sencillas: millones son cristianos corrientes. Vemos a los israelitas dando culto juntamente con gentiles. Y todo ese pueblo de la Nueva Alianza puede adorar a Dios cara a cara.

En el cap. 6 encontramos a los mártires que están debajo del altar. ¿Por qué? Porque en la Antigua Alianza la sangre de las victimas se acumulaba bajo el altar. Los mártires ofrecen sus vidas sobre la tierra, el verdadero altar como sacrificio a Dios.

Los Ancianos aparecen revestidos con los ornamentos que llevaban los sacerdotes de Israel para el servicio del Templo.

También hay un gran número de personas consagradas a la virginidad. S. Juan habla de esos célibes como un verdadero ejercito (Cf. Cor 7,6-7)

Ahora ¿en qué lugar de la tierra podemos encontrar una Iglesia universal que así da culto de forma fiel a la visión de S. Juan? ¿En qué otro lugar, sino en la Iglesia católica, y más particularmente en la Misa.?.

LA  MISA.

San Atanasio escribió: Mis queridos hermanos, no venimos a un banquete temporal, sino a un festín eterno y celestial. No lo vemos entre sombras; nos acercamos a Él en realidad.”

Juan Pablo II ha llamado la Misa “el cielo en la tierra”, explicando que “la liturgia que celebramos en la tierra es una misteriosa participación en la liturgia celestial”.

Esto es lo que fue desvelado en el libro del Apocalipsis: la unión del cielo y la tierra consumada en la Sagrada Eucaristía. El Apocalipsis no es tan raro como parece y la Misa es más rica de lo que hemos soñado nunca. Necesitamos abrir los ojos y redescubrir este secreto de la Iglesia, la clave de los primeros cristianos para entender los misterios de la Misa.


INTRODUCCION A LA MISA 

La clave para comprender la Misa es el libro del Apocalipsis. S. Juan dice: “Después tuve una visión: ¡una puerta abierta en el cielo!· (Apoc 4,1.) Y la puerta daba a… la Misa de domingo en tu parroquia.

El libro del Apocalipsis es la clave de la liturgia, y la liturgia, la clave del Apocalipsis. En Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia dice:

En la liturgia terrena pregustamos y participamos en la liturgia celeste que se celebra en la ciudad santa, Jerusalén, hacia la que nos dirigimos como peregrinos, donde Cristo está sentado a la derecha del Padre, como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero.

o   La Misa no es un servicio religioso. Es una comunión con Cristo. La Eucaristía  es el culto celestial del que habla el Apocalipsis

A alguna gente romántica de corazón, le gusta pensar que el culto de los primeros cristianos era puramente espontáneo e improvisado. Les gusta imaginarlos con un entusiasmo desbordante de alabanza y acción de gracias cuando se reunían para partir el pan.  Sin embargo, desde los tiempos de S. Pablo, e incluso inmediatamente después de la Resurrección, la Iglesia busca la precisión ritual y la etiqueta litúrgica. Los ritos de la liturgia son frases y actos hechos que han pasado la prueba del tiempo. La liturgia compromete a la persona entera: cuerpo, alma y espíritu

En primer lugar hemos de entender que la Misa está realmente dividida en dos: la liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística. Y aunque las acciones (que veremos poco a poco) son muchas, la Misa es un único ofrecimiento: el sacrificio de Jesucristo, que renueva nuestra alianza con Dios Padre.

Scott HAHN veía “el Apocalipsis como un puzzle que Dios me daba para resolver. Comencé, dice, a leer a los Padres de la Iglesia y me tropecé con mi propia ignorancia a medida que los Padres se referían a algo de lo que no sabía nada: la liturgia.” El libro del Apocalipsis era incomprensible separado de la liturgia.

Cuando comencé a asistir a Misa, y pude ver el sentido que tienen en el altar del Apocalipsis (Apoc 8,3) sus sacerdotes revestidos, velas, incienso, maná, cálices, importancia que da a la Virgen María, Santo, santo, santo, Gloria, etc…: son la verdadera substancia del Apocalipsis,

Lo que describe San Juan en su visión fue nada menos que la desaparición del mundo antiguo, la antigua Jerusalén, la antigua Alianza, Y  al contrario ve la creación de un nuevo mundo, una nueva Jerusalén, una nueva Alianza. Y con él, un nuevo culto. La señal es el velo roto del Templo que se rasgó en el preciso momento en que se rasgó definitivamente el Cuerpo de Cristo. Dios se aseguró de que el mundo supiera que el velo había sido removido “del Templo”. Y cada uno ahora – reunidos todos juntos en la Iglesia – podrá entrar a su presencia en el día del Señor. En la Misa.

LA  SEÑAL  DE  LA  CRUZ.

Entre los primeros cristianos, la señal de la cruz es probablemente la expresión de fe más universal. La costumbre era trazar la cruz sobre la frente. S. Jerónimo o S. Agustín describen a los cristianos haciendo la cruz en la frente, luego en los labios y en el corazón, tal como lo hacemos hoy antes de leer el Evangelio. S. Atanasio declaraba que “por la señal de la cruz toda magia se detiene y todo hechizo se desvanece”. Satanás es impotente ante la cruz de Cristo. Cuando hacemos la señal de la cruz, renovamos la alianza que comenzó con nuestro bautismo. Con nuestras palabras proclamamos la fe trinitaria en la que fuimos bautizados... proclamamos nuestra redención por la cruz de Jesucristo. El mayor pecado, la crucifixión del Hijo de Dios, se convierte en el mayor acto de amor misericordioso y de poder divino. La cruz nos salva al hacernos participes de la naturaleza divina.

Cuando haces la señal de la cruz renuevas el sacramento del bautismo, renovando tu obligación de vivir de acuerdo con la Nueva Alianza.


EL AGUA BENDITA.

Desde el momento en que te encaminas a la iglesia, te sitúas bajo juramento. Al meter los dedos en agua bendita, renuevas la alianza que comenzó con tu bautismo. Quizás te bautizaron de niño; tus padres tomaron la decisión por ti. Pero ahora, con este simple movimiento, tomas la decisión por ti mismo. Con el agua, tocas la frente, el corazón, los hombros y te santiguas en “el nombre” en el que fuiste bautizado. Este gesto envuelve tu aceptación del Credo.

Haciendo esto, testificas, das testimonio, como si estuvieras en un tribunal. En un tribunal, un testigo se pone en riesgo a sí mismo. Si falla en decir la verdad, sabe que se enfrentará a severas consecuencias.

Cuando haces la señal de la cruz renuevas el sacramento del bautismo, renovando tu obligación de vivir de acuerdo con la Nueva Alianza.


AMEN.

Muchas veces durante tu vida dirás “Amen”, palabra aramea que expresa asentimiento y estar de acuerdo: “si”, “así sea”, “en verdad”.  “Amén” es más que una respuesta; es un compromiso personal. Cuando dices “Amen” comprometes tu vida. Por tanto. Tienes que saber lo que dices. Es tu firma.                                                  

(Nota personal: A propósito del “Amén”, os contaré que de adolescente, me nombraron Hija de María. Tuve que copiar un compromiso, pero cuando lo presenté a la superiora, me llamó la atención y me hizo añadir “Amén”, explicándome el valor de la palabra. Desde entonces, no olvido nunca añadir “Amén” al final del Padre Nuestro (aunque nadie lo haga).


EL  SALUDO.

El Señor esté con vosotros.  “El Señor es contigo”. Esas palabras son las mismas que las del saludo del Ángel a María, es señal de la protección de Dios.


RITO  PENITENCIAL.

Hemos pecado. No podemos negarlo. “si decimos: no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros” (1Jn 1 8). Incluso nuestros pecados son una cosa seria porque cada uno de ellos es una ofensa contra Dios cuya grandeza es inconmensurable. Por eso, en la Misa nos declaramos culpables y seguidamente confiamos en la clemencia de la corte celestial.


KYRIE.

En el Kyrie, pedimos misericordia a cada una de las tres divinas Personas de la Trinidad.


GLORIA.

Esta oración se remonta al siglo II. La aclamación inicial viene del canto de los ángeles en el nacimiento de Jesús (LC 2, 14) y las líneas siguientes se hacen eco de las alabanzas del poder de Dios que hacen los ángeles en el Apocalipsis (Apoc 15,3-4). Es nuestro testimonio de su poder. La Gloria grita con la alegría, la confianza y la esperanza de todos los creyentes.

Inmediatamente alabamos a Dios. Es nuestro testimonio de su poder. Esa es su Gloria. El Gloria grita con la alegría, la confianza y la esperanza que siempre ha caracterizado a los creyentes. En el Gloria, la Misa es una reminiscencia de la todáh de la Antigua Alianza.


LA PALABRA.

La Palabra es La Palabra de Dios. Tanto del Antiguo Testamento, de los Salmos, como de los Evangelios. Es un acumulador de Escritura. S. Pablo dijo: “la fe viene de la escucha”.

Juan, en su libro supone que el libro será leído en voz alta por el lector en la asamblea litúrgica: bendito el que lea en voz alta las palabras de esta profecía, y benditos los que la oigan. (Apoc. 1, 3).

Durante las lecturas, nuestra atención nunca podrá ser excesiva. Son la preparación normal e esencial para nuestra Sagrada Comunión con Jesús. La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo  hecho con el Cuerpo de Cristo (Verbum Dei 21). ”Nadie entiende con el corazón a menos que tenga la mente abierta y totalmente concentrada”, decía Orígenes. Orígenes en el siglo III urgía a los cristianos a respetar la presencia de Cristo en el Evangelio, como respetamos su presencia en la hostia. Y diecisiete siglos después, el Concilio Vaticano II dice: la Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues, sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo. (Verbum Dei)


LA HOMILIA.

La homilía no tiene por qué entretenernos. Igual que Jesús viene a nosotros en humildad, oblea insípida, así el Espíritu Santo obra a veces a través de un predicador aburrido.


EL CREDO.

El Credo no es otra cosa, por definición, que la interpretación de la Escritura forjada en la fe de los siglos.


EL OFERTORIO.

El Ofertorio hace manifiesto nuestro compromiso. Llevamos pan, vino y dinero para sostener la obra de la Iglesia. Así nos ofrecemos a nosotros mismos y todo lo que tenemos. Sabemos que el Señor puede tomar lo que es temporal y hacerlo eterno, lo que es humano y hacerlo divino. Todo lo que tenemos se pone sobre el altar para hacerlo santo en Cristo. El sacerdote lo hace explicito cuando mezcla el agua y el vino en el cáliz. Esa mezcla es un símbolo lleno de riqueza que evoca la unión de la naturaleza divina de Cristo con la humana. Lo mismo que el agua que manó del costado de Jesús en la Cruz. Es un ofrecimiento que el Padre no puede rechazar.


EL PREFACIO.

Es un desembarco de Normandía en el terreno espiritual. Escúchalo: “Por eso con los Ángeles y Arcángeles  y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria”. Algunas liturgias de Oriente se atreven incluso a contar los ángeles” un millar de millares y diez mil veces diez mil ejércitos de ángeles y arcángeles”.


SANTO, SANTO…

Debemos asegurarnos de dar a ese canto todo lo que tenemos a nuestro favor, con confianza y alegría. No es que neguemos la fuerza del enemigo; nos gloriamos en el hecho de que Dios es más fuerte, y Dios es nuestra fuerza.


EL  CANÓN.

También invocamos a los santos, distinguiéndolos por su nombre. El sacerdote proclama una larga lista de apóstoles, papas, mártires y otros santos y santas… veinticuatro, igual que los Presbíteros que rodean el trono de Dios en el Apocalipsis. En la guerra espiritual, los santos son poderosos aliados. Sin duda tenemos fuerza y poder de nuestra parte.


LA  PLEGARIA EUCARÍSTICA.

Aquí queda claro que la Nueva Alianza no es un libro. Es una acción, y esa acción es la Eucaristía

Primero se invoca la venida del Espíritu Santo extendiendo las manos sobre las ofrendas

Luego es la narración del drama de la Última Cena. Es el momento en el que el Espíritu y la Palabra transforman los elementos del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre, alma y divinidad de Jesucristo. En este momento el sacerdote está hablando en la persona de Cristo.

Por fin Jesús mandó a sus sucesores que celebraran la Misa cuando dijo: “Haced esto en memoria mía”.

En las diversas plegarias Eucarísticas, se ofrece el Sacrificio  al Padre, se ora al Padre por los vivos y difuntos, y se levanta el cáliz y la hostia que son Jesús y se invoca su intercesión: “Por Él. Con Él, en Él…  al cual respondemos: AMEN, que tradicionalmente se llamaba “el gran Amen”.


CORDERO DE DIOS.

Estamos en pleno dentro del Apocalipsis. Esa plegaria evoca el sacrificio pascual. Y en el Apocalipsis: “un Cordero “de pie, como si estuviera sacrificado”, pues el sacerdote ha partido la hostia.

¿Y qué sucede en el campo de batalla cuando recibimos en la Comunión a Jesucristo, Rey de reyes, Señor de los señores? Los santos dicen que en ese momento ponemos en fuga al enemigo y  desde entonces podemos velar con la vigilancia de Jesús, Él remite los pecados que hayamos cometido con anterioridad, y el divino Cuerpo iluminará aún más nuestro entendimiento. Así nuestra Misa se convierte en una luz encendida dentro de nosotros, incluso en medio de nuestro trabajo y de nuestra vida de familia. Y el maligno sabe que cuando la luz de Cristo está de nuestro lado, la oscuridad del infierno es la parte más débil.



COMUNIÓN.

Con la Comunión, renovamos nuestros lazos con la familia eterna, con la familia de Dios en la tierra, la Iglesia.   Cuando Cristo venga al final de la historia no tendrá ni un ápice más de gloria que la que tiene en ese momento, cuando lo consumimos totalmente para unirnos a la muchedumbre celestial en la Cena nupcial del Cordero.


EL AMEN DE LA COMUNIÓN.

Cuando el sacerdote proclama: “El Cuerpo de Cristo”, y nosotros respondemos: “Amen”, lo decimos al cuerpo de Jesús nacido de María y muerto por nosotros. Pero decimos también Amén a su cuerpo místico que es la Iglesia, que son los hermanos que están a nuestro alrededor. No podemos separar los dos cuerpos, aceptando uno sin el otro. Decir Amén  al hermano que nos critica, nos calumnia, es difícil, pero esconde una gracia especial, por su misma dificultad.


ITE MISA EST.

La misa es un envío luego no es un final, sino una co-misión. Dejamos la misa para acabar de

Vivir el misterio en nuestra casa y en el mundo.

FINAL.

En la Misa, los primeros cristianos encontrarían fuerza en medio de la persecución. La ayuda y la salvación de la Iglesia llegarían del único y perpetuo sacrificio de Jesucristo. La Misa es donde los cristianos unían sus fuerzas con los ángeles y los  santos para dar culto a Dios, como nos muestra el libro del Apocalipsis. Es en la Misa donde la Iglesia ha recibido el “maná escondido” como sustento en tiempos de tribulación (Apoc 2, 17). Es en la Misa donde las oraciones de los santos que están en la tierra se elevan como incienso para unirse a las oraciones de los ángeles en el cielo: y son estas oraciones las que alteraron el rumbo de las batallas y el curso de la historia. Ese es el plan de batalla del Apocalipsis. Así es como los cristianos prevalecieron sobre enemigos aparentemente imbatibles, en Jerusalén y en Roma.

Después de la caída de Jerusalén, se levantarían otros adversarios para perseguir a la Iglesia de Dios. En cada época, la Iglesia hace frente a poderosos perseguidores que cuentan con ejércitos y armamentos cada vez más poderosos. Pero todas las armas fallarán. Cuando el Cordero entra en liza, los reyes de la tierra, los magnates y los generales, los ricos y los poderosos, todo  hombre, esclavos y libres, se escondieron en las cuevas y en las rocas de los montes. Y decían a los montes y a las rocas: precipitaos sobre nosotros y ocultadnos de la presencia del que esta sentado en el trono y de la ira del Cordero, porque ha llegado el gran día de su ira, y ¿Quién podrá mantenerse en pie? “(Apoc 6, 15-17).

La Iglesia es el ejército del Cordero, las fuerzas de Sión preservadas de la destrucción de Jerusalén. El ejercito del Cordero saca fuerza del banquete del cielo.

Puede parecer que el infierno prevalece en el mundo, pero no es así. La Iglesia está, en cierto sentido, empeñada. Nuestras oraciones, y especialmente el sacrificio de la Misa son la fuerza que impulsa la historia hacia su meta.

Entonces, ¿Cómo deberíamos entender el combate que seguimos manteniendo? Si de alguna manera la historia ha alcanzado ya su meta, ¿Por qué habríamos de seguir luchando? Porque no todo el mundo ha venido al banquete. Por eso tenemos que dar tiempo al tiempo, para restaurar todas las cosas en Cristo. Dios desea que todos juguemos un papel indispensable en la historia de la salvación. El Espíritu y la Esposa dicen “ven” (Apoc 22,17). No es solamente el Espíritu el que dirige esa llamada a la humanidad, sino el Espíritu y la Esposa. La Esposa es la Iglesia… somos nosotros todos.


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1 comentario:

  1. Mi querida Chantal:Tengo que reconocer que al escribir sobre el libro del Apocalipsis, te has impuesto una gratificante; pero muy dura tarea; espero que los lectores sabremos agradecerte el esfuerzo, porque ,el último libro de la Biblia resulta seductor e interesantísimo; pero no es un libro fácil, sobre todo para nosotros, gente de Occidente que no siempre entendemos las cosas elevadísimas que nos dice por falta de sensibilidad espiritual. La verdad es que tal como tú nos lo ofreces,parece más fácil el adentrarse en el propio corazón, de este libro formidable que, por inspiración divina,Juan,el vidente de la isla de Patmos, escribió.(Continuará)

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